Parejas en el aire
-¿Quién es esa? –mi voz no pudo esconder el desdén que sentía de repente hacia aquella tal Stella.
Los tres me miraron.
-Una amiga de Martina –se rió Jaime.
La chica le fulminó con la mirada.
-No es mi amiga –replicó de mal humor. Me miró, más calmada-. Bueno, era mi amiga, pero es una plasta y me acabé cansando de ella.
Olvidando por un momento que esa tipeja estaba interesada en mi esclavo, me sentí apenada por ella.
-Pobrecilla, ¿te cansaste de ella? Eres mala, Martina.
-¡Y ella una falsa!
¿Una hipócrita? Los cables se me giraron de nuevo. Y en ese momento supe que no me gustaría en absoluto aquella chica.
-Pues que le den –mascullé, mirando de reojo a Alex.
Éste tecleaba en la Blackberry tranquilamente, riendo levemente. Sin levantar la vista de la pantallita, dijo:
-Hala, cómo os pasáis. Pobre chica.
No dije nada, me contuve a soltar alguna incoherencia.
-Ah, sí, es verdad –Jaime me miró con expresión divertida-. Es posible que tu esclavo se case pronto –y comenzó a reírse.
-¿Que qué? –grité con los ojos desorbitados y pidiéndole acto seguir a Alex una explicación.
Me contó que Martina, cuando se llevaba bien con Stella, había intentado juntarles. Habían hablado bastante por Messenger y tal.
-No nos vamos a casar, ¿qué dices animal? –exclamó después, mirando a Jaime.
En ese momento, Jaime, en uno de esos momentos de lucidez que tiene, en vez de meter más leña, decidió cogerme uno de los colgantes que colgaba de mi cuello con una cadena, mitad plateada, mitad cobriza ya –sí, una de esas malillas que venden en los bazares chinos por un euro.
-Me gusta la púa –dijo, leyendo el nombre de Metallica en ella.
-¡Y a mí! –exclamé emocionada. Me encantaba. Era la primera púa que me había comprado. La única, de hecho-. La próxima será...
-¿Te vas a comprar otra? –me cortó Jaime.
-Sí, estoy entre la de Mägo de Oz y la de System of a Down. Según cómo, me pillo las dos.
-Mola –se escuchó de pronto a Alex hablar.
Los tres le miramos.
-¿Sigues hablando con esa? –inquirí sin esconder el mal humor que me provocaba aquel tema.
Alex se rió.
-Oh, ¿que estás celosa?
-Para nada –miré hacia otro lado enfurruñada.
-¡Qué mona! –gritó Martina con efusividad.
Dios, odio cuando me chinchan por mis reacciones. No me gusta que me digan eso de “qué mona”, hace que me ponga roja... y me da vergüenza sonrojarme con tanta facilidad. Además, tampoco me gusta admitir que estoy celosa, supongo que soy demasiado orgullosa.
-¿Vas a matar a Stella, entonces? –inquirió de pronto Jaime, como si de verdad yo fuera capaz de hacer algo así.
Me lo pensé. Sí, vale, es una idea demasiado drástica, pero nunca está de más tenerla en mente. Aunque sólo sea para quitarte un poco el mal humor de encima. Porque, siendo sinceros, ¿cómo voy a matar a alguien que no conozco y que ni siquiera sé dónde vive? Creo que será mejor que deje este tema antes de que alguien comience a considerarme una psicópata o algo así.
-Puede... –dije al fin, dejando que el suspense se extendiera.
-¡Yo te ayudo! ¡Te la traigo si quieres! ¡O te llevo a su casa! –Martina a veces me asusta con esas ideas. Más que nada... porque en el fondo sé que lo haría.
-Hala –Alex volvió a hablar, me miraba fijamente-, ¿no vas a dejarme hablar con Stella?
Le miré entrecerrando los ojos.
-No me gusta. Pero ya verás tú lo que haces. Recuerda que tenemos un contrato firmado con sangre –eso último no es del todo verdad, no hay contrato escrito ni nada por el estilo, es una forma de hablar entre “ama” y “esclavo”.
-Todavía no he visto ese contrato –repuso él.
-Cuando quieras te lo enseño, llevo el documento en el portátil.
-¡Y será verdad y todo! –se rió.
Al poco, nos fuimos a comer. De aquel día no tengo mucho recuerdo, quizá sea por todo el cansancio que fui arrastrando. De todas formas, sí que recuerdo la decepción que me llevé cuando, por la noche, en los garajes, miré los mensajes que me habían enviado y leí la respuesta de Víctor: “ok, estoy mejor estoy mejor”. ¿Qué clase de respuesta era esa? Supongo que tengo que admitir que, de todas formas, me hizo mucha ilusión que Víctor me respondiera al mensaje. Incluso hablamos un rato por el móvil, aunque de nada en especial.
Aquella noche dormí tan profundamente que ni el mismísimo fin del mundo me habría arrancado de la cama.
Los días fueron más o menos iguales. No cambiaron mucho cuando llegó Sara, otra de las chicas del grupo con el que voy en el Pueblo.
En una de estas noches, estando tumbados en la rampa del garaje a la que íbamos siempre a mirar las estrellas y a hablar por la noche, salió el tema Stella otra vez. Aunque quizá debería explicar la conversación desde su punto inicial.
-¿Con quién hablabas? –inquirió Alex cuando me fui a sentar a su lado.
-Con Víctor –mi sonrisa se ensanchó de repente.
-Oh... qué bonito... ¿me vas a contar quién es?
Le expliqué que era un chico que conocía de toda la vida, que vivía en mi urbanización –de hecho, su casa se ve desde el balcón de la mía- y que me gustaba. Sin saber muy bien cómo, la conversación cambió de rumbo y acabé contándole cosas sobre Matt, mi mejor amigo, el chico que para mí es como un hermano mayor, mi ex-novio... Le expliqué que no podía estar con él simplemente porque no podíamos estar juntos; nunca salía bien la cosa. Y él terminó hablándome sobre una amiga con la que se llevaba a la mil maravillas. Me contó que había intentado lanzarse, pero que ella le había parado los pies enseguida porque al cabo de poco se marchaba a América y no le veía futuro a la cosa.
-Entonces... quedasteis como amigos, ¿no?
-Sí, y aproveché el tiempo que pude para estar con ella antes de que se fuera.
-Vaya...
El silencio se extendió entre ambos. Los demás no sé qué estaban haciendo. Lo cierto es que tampoco me preocupaba mucho.
-Y... ¿qué hay de Stella? –inquirí al poco. No podía creerme lo que le estaba preguntando.
Él se rió.
-Es una amiga –dijo-. Sólo eso. Vive tope de lejos, además, tampoco saldría con ella ni nada por el estilo.
-Pues vaya... –murmuré, aunque lo cierto es que, en el fondo, me sentí aliviada.
-Eh, parejita, vamos a movernos un poco, ¿no? –dijo de pronto Oscar, otro amigo del Pueblo, que estaba con Martina desde hacía algún tiempo –el año anterior habían salido juntos, pero por varias causas habían terminado cortando y ahora simplemente estaban de rollo.
Me levanté. Se me había quedado el culo plano de estar tanto rato sentada en el suelo.
Mientras nos dirigíamos a algún sitio, no recuerdo a dónde, sólo que nos movimos de lugar, pensé, riéndome en mi interior, que los seres humano, por hobby, creamos parejas en el aire por todas partes.
Y bueno, aquí termina el segundo capítulo. Sé que dije que lo colgaría en una semana y tal, pero bueno jajajaja n__nUU En fin, también lo empecé a colgar en FanFic.es, así que podréis leerlo ahí también (: Por cierto, hoy he colgado el cuarto capítulo en la web, así que ya sabéis, comentadme plis...
En fin, colgaré otro capítulo dentro de unos días... Bye bee n.n
Umms no esta mal, me gusta bastante la verdad que es una historia muy bien narrada y bueno, podria escribir aqui la biblia en verso pero casi que me voy a leer el siguiente capi
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